Etiquetas

Mostrando entradas con la etiqueta Sucesos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sucesos. Mostrar todas las entradas

viernes, diciembre 31, 2021

El asesino del año.

Era el último día, así es que recopiló todo lo malo que había sufrido, lo metió en un saco y con un palo la emprendió a golpes, doce dio, siguiendo el ritmo acompasado de las campanadas que anunciaban el año nuevo, uno tras de otro, con saña, hasta que agotado, sintió que nada dentro de aquel saco se movía.

Arrastrando el saco inerte por el pasillo, salió al descansillo, miró en rededor para asegurarse de no coincidir con nadie, era improbable, pues todos brindaban por la entrada al nuevo año en ese momento.
Bajó hasta el portal, una vez allí hizo lo mismo y salió lo más veloz que pudo hasta el coche, abrió el maletero y con mucho esfuerzo metió el saco dentro, circuló sin rumbo fijo durante un tiempo incalculable, hasta que sin darse a penas cuenta,  apareció ante él un páramo vacío y solitario.

Paró el motor, volvió a asegurarse de que por allí no había nadie, bajó del coche, sacó el pico y la pala del maletero y cavó un agujero negro como boca de lobo, frío como ventana de iglú y profundo como su mirar, allí depositó el saco y lo enterró.

Una vez alisada la superficie, respiró aliviado, consciente de haber cometido un asesinato y sin ningún rencor ni remordimiento alguno, regresó a casa ilusionado, pensando que con el recién nacido, todo sería distinto.

"Toda salida, es una entrada a otra parte" Tom Stoppard



jueves, agosto 07, 2014

Fuego o Peste. Dos opciones.


C
uenta la leyenda que quien juega con fuego, al parecer al final, se quema. Pero también es cierto que prender una cerilla, por lo que cuentan, es un remedio muy eficaz contra el olor a caca.
Recuerdo aquel día que prendía una y otra vez los fósforos de una caja de esas de cocina, eran de madera y de muy mala calidad o bien estaban pasados, ninguno prendía a la primera. Para no dejar rastro de mi hazaña, yo metía los fallidos en la caja, mi estado de ánimo era cada vez mas ofuscado y nervioso, al ver que no se cumplía mi objetivo, el caso es que tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y cuando por fin conseguí prender uno, en acto involuntario lo introduje encendido en la caja de cartón llena, llevada por la sinergia o cinemática de mis movimientos repetitivos, produciendo una combustión casi espontánea en mis manos; la postura que tenia en ese momento*, tampoco me acompañó y el susto aun permanece en mi recuerdo. El olor se disipó, sin duda, pero pude constatar al mismo tiempo que efectivamente, quien juega con fuego, tiene todas las papeletas para quemarse.
Después de esta mala experiencia, me platee que en próxima ocasión, si se diera, tal vez sería más conveniente informar al salir, con esa frase tan difícil de decir, que consiste básicamente, en advertir al resto de personas que sean susceptibles de poder utilizar el retrete que acabamos de abandonar, diciendo : te aconsejo que no entres.
No se por qué nos empeñamos en no aceptar con naturalidad, la naturaleza; en mis años de experiencia, jamás he disfrutado oliendo una mierda y mucho menos ajena, pero ahí está el hecho de que a todos nos da un poco de vergüenza, cuando se trata de que otros, huelan la nuestra.


*tenía las bragas bajadas hasta los tobillos, intentaba por todos los medios no apoyar mis posaderas en el tabloncillo de aquel inodoro ajeno

martes, mayo 06, 2014

Triste anécdota de un malvado.


¡Me cago en todo lo que se menea!, gritó mientras los retortijones hacían de él su presa y sin poderlo remediar,  un torrente marrón procedente de su interior, cubrió todo lo que a su paso encontró, envolviendo el ambiente con un desagradable aroma.
Tuvo que prender fuego a la estancia con el fin de evitar su limpieza, el seguro no se hizo cargo y así fue como perdió todas sus pertenencias.



(Homenaje a D. Francisco de Quevedo y Villegas)